martes, 31 de mayo de 2011

Sin piedad

Mamá la desconectó y la envolvió en un paño, para llevarla lejos, muy lejos de la cocina donde pasó toda su vida. Al llegar a ese lugar, la encendieron por última vez. Su viejo motor de 600 vatios rugió con toda su fuerza, como gritando ¡por favor no me dejes! ¡mira qué bien funciono, mira con qué cariño trabajo para que la comida quede rica….no me dejes, puedo esforzarme más, mucho más para que la salsa quede bien sabrosa y picante, para que los “chocomiles” queden tan dulces y espumosos como le gustan a tus hijos! ¡No me abandones aquí!

Y así pasaron muchos días tras una vitrina, donde en realidad nadie parecía verla, al igual que a otros electrodomésticos. A su lado había un estéreo que apenas hace 3 años era una novedad y ahora aquí estaba, solo y en silencio, esperando, igual que ella.

Esa mañana, Mamá encendió la televisión. En el noticiero hablan del tiroteo en la casa de empeño ocurrido la tarde anterior. El saldo: 2 policias y un delincuente heridos de gravedad, aparte de algunos daños al inmueble. Nadie lamentó que entre la sangre y los destrozos quedó una vieja licuadora Osterizer de tres velocidades que no volvería a rugir jamás.