Esa definitiva noche invitó a beber a su más fiel amigo y a su más odiado enemigo. Ambos declinaron la invitación. Al paso de las horas, la soledad crecida por el alcohol acarició su inexistencia en el espejo. Al adivinar el alba, eructó: —”Quien construye una jaula, debe tener la precaución de no quedar atrapado dentro de ella”.
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